Al Pacino: el nuevo padrino

Al Pacino: el nuevo padrino

Al Pacino nació en el Bronx, hace treinta y dos años. Hijo de emigrantes sicilianos, vive con Jill Clayburgh desde hace cinco años. Mide un metro sesenta, tiene un parecido asombroso con Dustin Hoffman y a los diecisiete años dejó la escuela para empezar a trabajar. Su familia es humilde. 

Por: Buque de Papel. Fotos e info: Fotogramas


En el año 1966, entra en el Actor’s Studio y se convierte en profesional del teatro, donde conoce a Francis Ford Coppola, que le dirigirá en una función. Su primera película es ‘Pánico en Needle Park’ (Jerry Schatzberg, 1971). 


Le premian con el Obien al Mejor Actor de Teatro y le proponen para el Tony. Sigue en las tablas, hasta que Coppola se acuerda de él y, contra viento y marea, le impone para el rol de Michael Corleone en la versión cinematográfica de la novela de Mario Puzo, ‘El padrino’, junto a Marlon Brando. ¡Y llega el éxito!


La película de Francis Ford Coppola, que ha reivindicado a Brando, que marcha en cabeza en récords de taquilla de todos los tiempos, ofrece cada día nuevas sorpresas. Público y crítica han descubierto a un actor: Al Pacino, que en la película hereda el cetro de ‘El padrino’, al final de la misma. Se habla de “gran interpretación”, de “robarle” la película a Brando y de muchas cosas más. Para no entrar en confusiones, habla el interesado…


Al Pacino. Nací en el Bronx, somos familia numerosa, como buenos emigrantes italianos. Mi padre era albañil, nos abandonó cuando yo tenía nueve años. Mi madre trabajaba para mantenernos. Nunca supimos si mi padre volvió a Italia, o se fue a la guerra, o se lo llevó el diablo… Crecí, prácticamente, en la calle. Siempre fui un soñador. No me asustaba la miseria, porque quería salir de ella, y empecé a imaginar mil soluciones para vencerla. No como la mayoría de mis amigos de entonces, esos acabaron en la cárcel o el reformatorio. 


A los diecisiete años dejé de ir a la escuela, trabajaba, y en las horas libres me empollaba de libros. Recitaba para mí y para los míos. Decidí un día presentarme a una audición y supe que me faltaba urgentemente una adecuada preparación, no bastaba mi buena voluntad, debía pulirme.


Me presenté a Elia Kazan en el Actor’s Studio. Allí conocí a una mujer, Jill Clayburgh, que ha sido una de las cosas más importantes de mi vida. Ella por entonces ya era alguien en el off-Broadway y siempre creyó en mí. Yo la llamo mi “casi-mujer”, llevamos cinco años viviendo juntos. Nos queremos y es la base de mi fuerza, de mi talento, o de llámelo como quiera… 


Empecé a actuar como profesional en el teatro, de momento era una meta lograda. Me sentí muy feliz, dedicándome por entero al arte dramático. Llegué al cine a través del teatro. Esto es una cosa corriente en Nueva York. La película se llamaba ‘Pánico en Needle Park’. Conocí a Coppola y me dieron un premio de teatro, el Obie, todo ocurrió por las mismas fechas. Después todo siguió como antes. Cuando Coppola empezó a reunir el cast de ‘El padrino’, pensó en mí al mismo tiempo que en Brando.


Me propuso y, al igual que Brando, no fui aceptado. Era un desconocido. La oposición, una vez más, igual que a Brando, vino por parte de Bob Evans, el “gran jefe” de la Paramount. Pero Coppola tuvo una idea: llevó a Al Rudy, el productor ejecutivo, al teatro donde yo actuaba. Él fue quien me impuso ante Evans. Y creo que a Brando también le impusieron a base de estratagemas. Y llegó la película.


La película millones


Ha sido un exitazo en todo el mundo y no hay motivo para presumir que no lo sea aquí. Lo ha sido el libro y hay que considerar que la novela de ‘El padrino’, de Mario Puzo, en que se basa la película, ha sido también aquí un best seller. Por otra parte, es indudable que las películas sobre mafiosos ejercen una gran fascinación sobre el público. 


‘El Padrino’ va en camino de batir todos los récords de taquilla de la historia del cine, con ‘Lo que el viento se llevó’ en cabeza. Y ‘El Padrino’ es, sobre todo, una interpretación magistral de Marlon Brando, una ambientación perfecta, una música emotiva y evocadora de Nino Rota y una dirección muy eficaz de Francis Ford Coppola.


Fotogramas. Tu rodaje con Brando, tus experiencias personales, tu personaje…


AP. No esperaba el éxito de este modo. El rodaje no tuvo demasiadas complicaciones a nivel personal. Al principio temí que hubiera disputas con Brando, pero no fue así. Cierto que a veces tenía ganas de pegarle, pero no por mí, sino por el modo de imponerse. A mí me trató siempre correctamente. Desde el primer momento me llamó Michael o Mike, como se llama mi personaje en la película. No me molestó y terminó haciéndome gracia.


Un día coincidimos en casa de Elia Kazan, que ha sido maestro de los dos, e incluso allí siguió llamándome Michael. Yo siempre le llamé míster Brando, del primero al último día. Le respeto. Es un gran actor. A mí nunca me aduló y yo tampoco lo hice con él. Somos profesionales y simplemente estábamos trabajando. Igualmente respetó mi modo de interpretar cuando los dos teníamos escenas juntos; en cambio, al interpretar con otros, a veces le he visto sonreírse ligeramente. 


Nunca, después de filmar juntos, le he visto hacer comentarios con Coppola, pero sí en ocasiones en que acababa de filmar con otros. No tengo nada malo que decir de él. A pesar de su leyenda… Todo el mundo conoce la novela de Mario Puzo, mi personaje es el hijo menor de don Vito Corleone, un joven estudiante, condecorado en la guerra, que al principio no interviene en las cuestiones de la “familia” y que por las circunstancias acaba convirtiéndose en un temible boss. Me ha gustado ser dirigido por Francis Ford Coppola, que ya me había dirigido en teatro. Ha sido una gran experiencia.


F. Los resultados son importantes. Dicen que ha estado mejor que Brando y que se prepara una segunda parte de la película. ¿No tiene miedo a “quemarse”, no es una imagen contraproducente?


AP. Decir que he estado mejor que Brando me parece exagerar las cosas. Digamos que he estado en mi papel. Es cierto que se prepara la segunda parte de ‘El padrino’. Y que me gustará continuar la historia, también es verdad. No tengo ningún miedo a “quemarme”. Creo que en esta primera película la gente ha ido a ver a Brando, y de paso me ha encontrado a mí. Ahora es el momento preciso de demostrarles si valgo o no, si se equivocaron al confiar en mí o han acertado. Es mi auténtica ocasión, ya que el peso de la película reposará sobre mis hombros.


Además, teniendo en cuenta que ven en mí un nuevo Marlon Brando, no creo que deba tener miedo. Tengo a mi lado a Puzo, que también se crió en el Bronx y sabe cómo somos los chicos ambiciosos de allí; está Rudy, que ya confió en mí; Coppola, que me impuso; Evans, que nada quería saber y ahora está encantado. Y sobre todo Jill, que nunca se separa de mí. ¿Qué más puedo desear?

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