Las revoluciones de Diana Uribe

Las revoluciones de Diana Uribe

Especial de Línea del Medio-El Ojo Nuclear para Buque de Papel

Por: Mauricio Arroyave


Revolución: volver a evolucionar, dar un paso más. La Real Academia de la Lengua habla de ‘revolver’, de ‘alboroto’, de ‘un cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación’ o de ‘un cambio rápido y profundo de cualquier cosa’. 


Por eso las revoluciones han tenido tantas connotaciones negativas a través de la historia: el diccionario de Samuel Johnson, Usos, costumbres y definiciones de las palabras que conforman la lengua inglesa, elaborado entre 1745 y 1755, dice que un revolucionario es ‘alguien que cambia de bando, desertor, renegado’.


Los cierto es que hay revoluciones grandes y otras pequeñas, dependiendo de su alcance geográfico, poblacional o temporal; las hay, también, interiores. Pero hoy en día la palabra revolución —tan bonita, tan poderosa— ha sufrido desgaste. Llamamos revolución a cualquier cosa: al nuevo color de moda para los zapatos, por ejemplo. 


Cada político promete un programa de gobierno revolucionario, los jabones para la cara contienen minerales revolucionarios —como el ‘novedosísimo’ carbón— y cada quince días aparece una dieta revolucionaria, con la promesa de ser la definitiva para ganar la sempiterna lucha de los músculos contra la grasa.


Pero una revolución de alcance masivo y profundo es una cosa seria y de esas habla este libro. Empieza con la Revolución Neolítica y Agrícola de hace diez mil años —incluyendo la Revolución de las letras de hace cuatro mil quinientos—, sigue con la que produjeron los exploradores entre los siglos XV y XVIII, luego con la Científica, las de la Ilustración — la que forjó la Independencia de los Estados Unidos y la que hicieron los franceses en 1789—, las revoluciones de independencia de América Latina, la Industrial —la rusa, la china y la cubana—, la mexicana, las descolonizaciones y, finalmente, la Revolución Digital. 


También agrega un breve epílogo con las revoluciones por hacer, como la Ecológica, para cambiar nuestros paradigmas de interacción con la naturaleza (eché de menos, en el libro, la Revolución Cognitiva de hace setenta mil años y otra que me parece tan importante, profunda y actual como la Digital: la feminista).


La entrañable Diana Uribe y Alejandra Espinosa Uribe definen las revoluciones como “cambios de paradigma: transformaciones abruptas, pero también graduales, a partir de las cuales se instauran discursos hegemónicos que abarcan todos los aspectos de saber y del ser, desde la política hasta la economía, desde la filosofía hasta la cultura”. 


Las revoluciones son paradójicas: integran y dan un nuevo sentido a las sociedades, pero por otro lado terminan convirtiéndose en una nueva ortodoxia que será, seguramente, rectificada por una nueva revolución; no siempre resuelven problemas fundamentales, aunque lo prometan, y, en el caso de las políticas o por la soberanía, pueden llegar a ser sólo una mera disputa por el poder. La historia muestra cómo muchas revoluciones terminan convertidas en verdaderas distopías.


Este libro es un hijo típico de Diana Uribe: divertido y, sobre todo, con un texto integrado a esa narración oral que tanto conocemos en Colombia. El ejemplar viene con quince horas de grabación a las que uno puede acceder a través de dos CD o de la nube, pues se puede llegar a ellas con un código QR y escucharlas en cualquier dispositivo. 


De hecho, las autoras recomiendan buscar el audio antes de cada nuevo capítulo —escrito por su hija Alejandra, literata y artista de profesión— para luego sumergirse en el texto. Como ven, es una experiencia muy 360 grados, como dicen ahora.


El libro está muy bellamente presentado: una colorida portada en pasta dura y unos comienzos de capítulos al estilo cartel callejero. Así se anuncian muchas revoluciones. Además, contiene mapas, subrayados y viñetas que llaman la atención sobre lugares geográficos, personajes y recomendaciones de textos complementarios. Además, y como siempre es costumbre en los trabajos de Diana Uribe, con un playlist a la que ella misma hace curaduría.


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