El periodista Jorge Consuegra nos escribió desde el Cielo, el plano astral alternativo, o desde otro mundo.
Por: Carlos Fernando Álvarez, Desde el más acá
Querido por todos nosotros, este guerrero de la cultura con quien compartimos jornadas enteras y entrevistados en Radionet, siempre viajó en el Buque de Papel. Y lo sigue haciendo. Resulta que al revisar los miles de correos en nuestras cuentas de mail corporativo apareció esta entrevista que Consuegra le hizo al filósofo catalán Jordi Pigem.
Por esos juegos del destino, el correo se traspapeló dentro de la avalancha de mails y permaneció virgen hasta hace días, cuando resurgió de la muerte; al menos la de la actualidad. Pero al leer el artículo, su contenido sigue vigente y tiene una profundidad que asombra. Pareciera como si Jorgito la acabara de redactar y editar. Por eso la compartimos cinco años después.
Jordi Pigem, hoy de 55 años, habló aquí de sus libros GPS, Global, personal, social (2011) y de La Nueva Realidad, de 2013. En 2017 publicó Inteligencia Vital y este año Ángeles o Robots.
Jorge Consuegra: ¿A qué edad empezó a pensar usted en la ecología y su importancia?
Jordi Pigem:
hacia los once años empecé a hacer excursiones con un grupo de boy scouts. Descubrí que más allá de la gran ciudad, en la naturaleza y en las montañas, había un mundo enorme y fascinante. De adolescente leía mucho y una serie de obras, literarias y de pensamiento, entre los dieciséis y los veintiún años, me convencieron de que nuestra plenitud personal es inseparable del equilibrio planetario, como argumento en GPS: Global Personal Social.
J.C.: ¿Cuándo decidió dedicarse de lleno al tema del medio ambiente?
J.P.:
las cosas más importantes no las decidimos, las decide la vida por nosotros. Poco antes de acabar la carrera de Filosofía en la Universidad de Barcelona, en 1987, fui a proponer varios artículos a la redacción de la revista Integral, gran pionera de la ecología en España. Me aceptaron los artículos y me pidieron que volviera el lunes para hacerme una prueba, porque necesitaban una nueva persona en la redacción. Fui y me pidieron que corrigiera un artículo. Me pareció bastante mejorable, y lo modifiqué completamente. Resultó que al artículo era del director, y nadie se atrevía a tocarle una coma… Me dieron la plaza, y al cabo de un par de años era el coordinador de esta revista de ecología que admiraba.
J.C.: ¿Cuáles fueron sus primeras manifestaciones a favor de nuestro mundo?
J.P.:
Empecé a escribir artículos sobre ecología en Integral, con veintitrés años. Cinco años después empecé a dar conferencias, pero el tema ya no era solo la ecología, sino de un modo más general, rehumanizar el mundo, ante un sistema global que tiene una tendencia intrínsecamente deshumanizadora y desvitalizadora.
J.C.: ¿En el “cole” (colegio) fue uno de los abanderados de la ecología?
J.P.:
nací en el '64, y en mis años escolares la ecología apenas se conocía en algunos ambientes especializados. Ni yo ni ninguno de mis compañeros la abanderábamos en particular. Hasta los dieciséis años me interesaban sobre todo las matemáticas y la ciencia (quería ser físico). Entonces fue cuando descubrí que había una disciplina con horizontes potencialmente mucho más amplios: la filosofía.
J.C.: ¿Por qué tercamente no queremos tomar conciencia sobre la importancia de defender el medio ambiente?
J.P.:
porque nos hemos encerrado en el caparazón del individualismo y el materialismo. Porque llevábamos siglos creyendo que estamos por encima de la naturaleza. Porque el miedo nos ha llevado a querer controlarlo todo, incluso aquello que no comprendemos, como miles de fenómenos de la naturaleza que no sabemos reproducir ni explicar. Pero el mundo hoy nos pide una nueva relación con la naturaleza, con la sociedad y con nosotros mismos.
J.C.: ¿a quién va dirigido el libro GPS y cuál es el tema central?
J.P.:
a todos quienes quieran despertar a la nueva realidad que se nos presenta. GPS lo uso como abreviatura de “Global Personal Social”, porque muestro en el libro que en el fondo hay una sinergia entre estos tres ámbitos. El individualismo y el materialismo y hoy sabemos que en el fondo no llevan a nuestra realización personal, sino al contrario, y también son perniciosos para el equilibrio social y global. En cambio, lo que es realmente valioso para las personas, es también realmente valioso para la sociedad y para el planeta. Lo social, lo personal y lo global no son ámbitos enfrentados, no se trata de sacrificar uno en favor de los otros, porque todo lo que contribuye a la responsabilidad global, social y ecológica, contribuye también al bienestar personal. Uso también la palabra GPS porque en el complejo y desorientado mundo de hoy, los viejos mapas ya no sirven y las brújulas que teníamos ya no apuntan al norte. Necesitamos nuevos instrumentos de orientación. Nuestra nueva realidad pide una nueva conciencia.
J.C.: ¿el libro Buena crisis es más que un llamado de atención para que hagamos un alto en el camino y reflexionemos sobre el medio ambiente?
J.P.:
es un recordatorio de que toda crisis es una oportunidad de transformación. Hoy todas las sociedades y todos los ecosistemas están en crisis, de un modo global que nunca antes había acontecido en la historia humana. Hemos entrado en un rito de paso para la humanidad y la Tierra, un tiempo crucial en el largo caminar de la evolución humana. En este rito de paso del final de la modernidad una mala crisis nos conduciría a extender la sed de control, la colonización de la naturaleza y de los demás y nuestro propio desarraigo. Una buena crisis, en cambio, nos conducirá a un mundo postmaterialista, en el que una economía reintegrada en los ciclos naturales esté al servicio de las personas y de la sociedad, en el que la existencia gire en torno al crear y celebrar en vez del competir y consumir, y en el que la conciencia humana no se vea como un epifenómeno de un mundo inerte, sino como un atributo esencial de una realidad viva e inteligente en la que participamos a fondo. Si en nuestro rito de paso conseguimos avanzar hacia una sociedad más sana, sabia y ecológica y hacia un mundo más lleno de sentido, habremos vivido una buena crisis.
J.C.: ¿Cómo surgió la idea de escribir La odisea de Occidente de Ediciones Urano?
J.P.:
a principios de 1992, poco antes de la cumbre de Río, sentí que había de dejar el periodismo ambiental y analizar las raíces culturales, psicológicas e intelectuales de nuestra falta de armonía con el planeta. Ello me llevó a la investigación de la que nació La odisea de Occidente y, posteriormente, mi doctorado en Filosofía.
Convertir al ladrillo
J.C.: ¿Este es un libro para todo tipo de lectores o para lectores especializados?
J.P.:
La odisea de Occidente es mi primer libro y, como los demás, se dirige a cualquier persona interesada por la cultura, sin ningún tipo de especialización. Muy pocas veces, solo en algún ocasional artículo académico, he usado la terrible jerga académica que hoy se impone en muchas publicaciones especializadas. Por suerte, fui periodista antes de dedicarme a la filosofía, y en mis libros he intentado siempre aunar la amenidad periodística con el rigor que exige los temas tratados. En La nueva realidad presento un texto principal ameno, sin notas, y a continuación, para quien quiera entrar ahí, siguen más de sesenta páginas de referencias y notas especializadas, bajo el título “Para explorar más a fondo”.
J.C.: su mundo es la filosofía ¿cómo la combina con los problemas diarios del medio ambiente en el mundo?
J.P.:
si nos quedamos atrapados en lo inmediato, perdemos la perspectiva de conjunto. A mi me interesan sobre todo las tendencias de fondo, que van transformando la conciencia y haciendo que realmente cambien las cosas… a largo plazo. No es tan espectacular como estar encima de los problemas inmediatos, pero siento que es igualmente necesario.
J.C.: ¿Somos pesimistas si pensamos que no vamos a llegar nunca a defender nuestro planeta, nuestra ecología, nuestro medio ambiente?
J.P.:
no se trata de ser optimistas o pesimistas, sino de equilibrar el realismo y la esperanza. El realismo nos obliga a reconocer que nunca acabamos de conocer todos los factores y circunstancias, tangibles e intangibles, que están presentes en una situación.
Le contaré una experiencia. En el verano de 1989 estuve en Berlín, en el Occidental y en el Oriental, tres meses antes de la caída del muro. Ese muro, que dividía una ciudad y un continente, llevaba décadas ahí y parecía que allí seguiría durante décadas. En aquel momento, ningún ciudadano de los dos berlines hubiera creído que caería en tan solo tres meses. Ningún politólogo fue capaz de predecirlo. Y sin embargo, se cayó solo, sin violencia. De repente cambió la conciencia y el muro dejó de tener sentido. Los soldados de la Alemania Oriental tenían orden de disparar a matar a quien se acercara al muro, pero no disparaban, y sus oficiales lo aceptaban.
La historia de la humanidad, como la historia personal de cada uno de nosotros, está llena de giros que antes de que sucedieran no hubiéramos podido predecir. Por eso el verdadero realismo comporta dejar la puerta abierta a lo que hoy todavía no podemos saber. El optimismo es estar convencido de que las cosas saldrán bien. La esperanza es otra cosa, más humilde y más poderosa. Es un estar abierto a que las cosas puedan salir mejor de lo que ahora nos parece, y canalizar nuestra mejor energía para que así sea, confiando en que la inteligencia de la vida nos guíe allá donde nuestra limitada inteligencia no llega.
J.C.: ¿Cómo está Colombia en este tema ambiental?
J.P.:
tendría más sentido que yo se lo pregunte a usted. Tengo entendido que hay problemas, por ejemplo con la minería. Por otra parte, puedo decirle que la energía positiva y emprendedora de muchos colombianos y colombianas que conozco es un signo muy auspicioso. Deseo de todo corazón que los colombianos y colombianas puedan encontrar caminos fructíferos en lo ecológico, en lo social y en lo personal.
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