Por: Carlos Fernando Álvarez, Buque de Papel, Buenos Aires
Roberto es uno de los pocos artistas del “filete”, o del “fileteado”, que aún dictan cursos, montan exposiciones y tratan de que las nuevas generaciones retomen sus pinceles y les den eternidad a sus representaciones.
Buque de Papel lo ubicó en un tallercito que abrió en Villa Urquiza, uno de los tradicionales barrios de la capital argentina, y con sencillez natural, algo de obsesión de artista, y mucha precisión en sus palabras, nos muestra orgulloso las fotografías de su arte, que ha exportado por el mundo, a bordo de un Ferrari Testarosa, en Italia, o de bicicleta por el caótico centro de Beijing, en China.
Buque de Papel: ¿Qué es el filete o fileteado, y por qué es un arte porteño?
Roberto Bengochea: nació de las corrientes migratorias del siglo XIX, de Italia y España que llegaron a Argentina. El fileteado, es como debe llamársele, son pinturas que se hacen sobre superficies metálicas, madera, o plástico con escenas y representaciones típicas porteñas, como el tango, el lunfardo, el bandoneón.
El fileteado tiene influencia de los Moros al entrar en Granada, España, y ellos tenían que hacer decoraciones sin figuras humanas, por cuestiones de religión; buscaban hacer arabescos, y esa mezcla de artes llegó a Italia, donde artistas como Leonardo Da Vinci perfeccionaron con técnicas como el “espúlvero” o espolvoreado.
Luego en Argentina artistas como Carboni, Bruneti y Pescarella. Incluso, los hermanos Bruneti, tenían una fábrica de coches o carretas y pintaron sus vehículos, los oficiales y los privados, con unos detalles mínimos con unos pinceles finitos, o “filetes”. Filete es lo finito, como los cortes de la carne. Después se pintaron los camiones y los colectivos.
Al fileteado se veía como un arte menor, pero ya ha estado en exposiciones de pintura, como en Luján, y su Semana del Tango.
B.P.: ¿Cuáles son las herramientas que se usan en el fileteado?
R.B.: es un pincel especial que va desde milímetros hasta 4 centímetros y hecho con pelo de oreja de vacuno, que tiene una particularidad: se devuelve, así esté mojado. Microscópicamente hablando es como un cañito, (un tubo) cerrado y con aire por dentro. Si se cortara, el aire dejaría de ser resorte y perdería esa capacidad de volver.
La pintura que se utiliza es mate sintético. Se pinta en seco, mano tras mano. Se usan barnices para hacer unas “veladuras”, o trazos especiales que pasan por encima de un color, que lo modifica pero no lo anula. Esa técnica pictórica se llama aquí “chapán”, porque ese primer barniz usado en el fileteado argentino era “made in Japan”.
B.P.: ¿Hay que tener pulso?
R.B.: se puede ser “parkinsoniano”, no importa, pero hay que ser decidido. Aunque vos tiembles, ese temblor no va a la punta del pincel, porque los pelos son largos.
Arte por el mundo
B.P.: ¿Por qué exportó su arte?
R.B.: unos empresarios de la firma Patagonia y que tienen una marca de helado que exportan a ciudades de Italia, Marruecos y China, por ejemplo, me llamaron para que adornara sus locales en dichas ciudades. Así he podido llevar este arte y pintar, siempre, en esas representaciones del fileteado, una bandera argentina por el mundo. Es como llevar un poco de La Boca, El Abasto y San Telmo, con sus fileteados, por todo el mundo.
B.P.: ¿Cuándo comenzó a pintar?
R.B.: tuve un entrenamiento previo hace 50 años, era letrista. En ese entonces no existía el plotteado. Todo era a mano. Aquí en el barrio hay un teatro de cine, el General Paz, y comencé a pintar las letras y las ambientaciones para las películas. En ese entonces no había afiches.
Me especialicé en pintar vehículos, autos de carrera en los autódromos y camionetas y en una empresa gigante llamada Ocasa. Ellos mismos introdujeron hace 15 años el plotter, la letra pegada y me superó. Me vi a la deriva un tanto, y retomé el fileteado, llegando a ser fundador de la Feria Artesanal de Mataderos, haciendo y pintando carritos en madera, hace 25 años.
B.P.: ¿Usted da clases?
R.B.: sí, me jubilé de mi trabajo oficial y fui docente, en la Universidad de San Martín. En el taller tengo siete alumnos, entre ellos a un colombiano que vive en Nueva York.
B.P.: ¿Importan las edades?
R.B.: no. Tengo un alumno de 80 años, y reunirnos se vuelve algo terapéutico; traen mate, facturas, hacemos te, y a veces, asados. Esto es muy divertido y muy lindo. Tengo más mujeres inscritas. En la Universidad de San Martín tengo 18 mujeres, y seis hombres en promedio por curso. Los hombres la pasan bárbaro.
B.P.: ¿Cuánto tiempo demora en hacer un fileteado?
R.B.: influye el tiempo de secado. En una ciudad con una humedad como Buenos Aires puede demorarse más de 2 horas y media, como mínimo, Y como son más o menos 7 capas, se demora más. Hacerlo, pintarlo, puede llevar diez días.
B.P.: ¿Y a quién le va a legar su arte?
R.B.: en el taller hay dos chicos, hombre y mujer, pero esto necesita de disciplina, además de condiciones. Todo es la práctica. Hay que trabajar diario, y vos sabés cómo son los chicos…Por eso digo, a manera de lemas que, “el éxito está en la perseverancia”, y “hay que hablar con la autoridad que da el fracaso”.
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