Declaración de amor al tango por una colombiana

Declaración de amor al tango por una colombiana

Está bien, las francesas son elegantes, pero sin sus vestidos y tacones les sería imposible serlo a la hora de bailar tango. Es lo único en lo que nos llevan años de ventaja.

Por: Amalia Alba Vergara, especial para Buque de Papel, París


Está bien, las francesas son elegantes, pero sin sus vestidos y tacones les sería imposible serlo a la hora de bailar tango. Es lo único en lo que nos llevan años de ventaja.


Sus torsos son rígidos e impenetrables, sus piernas buscan volar sin haber dado pasitos de milonga antes, tienen la retina del ojo machista y sumisa y por ningún motivo bailarían con una mujer. Aparte, claro está, si son jóvenes que buscan hacer algo “moderno” y proponen verse sensuales y a la moda.


Están solas, en su banquito, esperando a que algún señor de edad las saque a bailar. Si tienen la mala suerte de bailar con alguien que marcha a un mismo ritmo toda la canción (lo digo porque ya me ha pasado) y que se atreve a pensar que es el más “milonguero” de París, ella baila los tres tangos o tal vez más, sin pensar en lo que siente o en lo que le dice su corazón. Simplemente “baila”, porque tiene que bailar (en el sentido de practicar) para “saber” bailar. 


Los hombres por su lado son los maestros que todo saben. Es una carrera del que más pasos sepa, el que haga más cosas en un solo tango, en una sola milonga, en un sencillo vals. 


Los franceses no caminan, ellos prefirieron correr primero. Sus pedantes pies que no tienen ninguna razón de serlo, no logran entender que sin música no son nada, que sin música no podría haber baile, pero ellos empezaron por hacer al revés las cosas.


De repente un hombre vestido de negro y con un aire de tranquilidad infinita me invita a bailar, me ofrece su mano, su torso, me entrega entero su corazón y empieza a caminar ¡Camina! este hombre camina y me lleva a las nubes azules de Buenos Aires, el tanguero respira tango, huele a tango, huele a Dinzel. Me abraza como nadie sabe hacerlo acá. Y caminamos juntos.


Después de tres tangos estoy bastante desconcertada y empezamos a hablar, le cuento que soy colombiana, él me habla en español y se siente bien. Sus profesores son caleños y él acaba de llegar de Argentina. 


Yo le digo: “Cuando llegué pensé que estaba loca, que estaba equivocada... algo andaba mal cuando bailaba tango acá” y él me respondió: “Son ellos los que están equivocados, nosotros estamos bien.”


Hace tres meses que baila y ya entendió todo. Él está herido, no soporta el baile, la gente, el continente y por lo tanto es italiano. Ama a Dinzel y su tango, un tango hecho en el sur de América.

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