Por: Buque de Papel, Buenos Aires, Argentina
Fotos: Agencias internacionales, blogs, archivos particulares
Buque de Papel entrevistó a Azamat Sabanov, una de las víctimas de esta tragedia que lejos está de ser olvidada y de la que nunca hubo claridad, en especial, sobre las responsabilidades en el secuestro y la retoma que dejó 334 muertos de los cuales 182 fueron niños y niñas.
“Parece que a unos grupos extremistas no les gusta que allí convivamos en paz todas las confesiones religiosas y nacionales”, rememora el hombre, de alta estatura, mirada triste, complexión gruesa y manos enormes.
El primer día de clases y cuando los padres llevaban a los pequeños al colegio, un grupo de más de treinta hombres fuertemente armados descendieron de varios camiones militares y procedieron a tomarlo, cerrando las puertas. No hubo tiempo para reaccionar.
Sabanov perdió a su padre, el director de la escuela, pero logró rescatar a su esposa y a sus dos hijas, quienes junto con los demás supervivientes ayudaron a reconstruir lo sucedido en el secuestro que cometieron los rebeldes chechenos, encabezados por Shamil Bazayev –muerto en la retoma- y en el operativo de rescate que terminó en tragedia. La conclusión de todas las victimas y supervivientes es que no todo fue, ni ha estado en claro.
Buque de Papel: Usted perdió a su padre en la toma a la escuela numero 1…
Azamat Sabanov:
Sí. Era un hombre de 89 años en ese momento y durante los últimos 27 años había ejercido la dirección del colegio. Somos oriundos de esa ciudad.
B.P.: ¿Qué pasó con sus hijas?
A.S.:
Ellas estaban en clase en ese día en la escuela. Al escuchar los primeros disparos, mi esposa corrió hacia allí y logró que los secuestradores la dejaran entrar y la mantuvieron como rehén. El objetivo era cuidar a las pequeñas. Al final, las tres sobrevivieron.
B.P.: ¿En su ciudad esperaban que algo así pudiera ocurrir?
A.S.:
Sí, esta acción no era inesperada, porque encaja en la lógica general y estratégica de la guerra terrorista en el Cáucaso norte. No es la primera vez que Osetia sufre los efectos del terrorismo. Parece que a unos grupos extremistas no les gusta que allí convivan en paz todas las confesiones religiosas: católicos, ortodoxos, musulmanes y judíos, además de todas las nacionalidades. En ese entonces y un año antes, los ataques se sucedían con bombas en los mercados, contra los hospitales e instalaciones militares, pero nadie pensaba que se iban a meter con nuestros niños.
B.P.: ¿Cómo recuerda ese día?
A.S.:
El primero de septiembre es una fiesta en mi país, porque es el inicio de la actividad escolar, del nuevo año lectivo. Todo el pueblo va a la escuela como si se tratara de una fiesta. Había música y representaciones artísticas. Fue por eso que con las primeras explosiones y disparos, la mayoría de las familias y personas creyeron que se trataba de fuegos artificiales. Cuando reaccionaron ya era tarde, 1.132 rehenes, de los cuales 800 eran niños.
B.P.: El mundo escuchó con horror los relatos de los supervivientes. En su caso, su esposa e hijas ¿qué le contaron sobre lo que hicieron los chechenos?
A.S.:
Recordar aún me da escalofrío. Algunos hombres que intentaron resistir y evitar la toma fueron fusilados delante de los niños. Sembraron de minas los contornos de la escuela y a la mayoría de los secuestrados –algunos salieron finalmente- los hacinaron en el gimnasio. Todo en cuestión de minutos…
B.P.: Después todo fue tensión y angustia…
A.S.:
Sí, porque no sabíamos cuál iba a ser la reacción del Kremlin. Aún recordábamos lo hecho por el gobierno ruso en la toma del Teatro Nacional de Moscú con la retoma de las fuerzas especiales con el gas venenoso, que al final provocó la muerte de tantas personas.
Mentiras mentirotas
B.P.: ¿Por qué dice que las autoridades y el comando chechén les mintieron?
A.S.:
Hubo una serie de elementos que pasaron desapercibidos y nunca fueron resueltos, ya que fueron desechados y callados por el gobierno ruso y los terroristas. Nos engañaron, cuando nos dijeron que en la escuela había suficiente comida y agua para más de 10 días de toma. No fue así, y a todos, incluyendo los niños les tocó tomar de su orina y comer papel. Los secuestradores justificaron esto al decir que los rehenes se negaban a comer. Después, insistieron en que todos ellos “debían hacer una dieta seca en nombre de Alá”. Luego, los pusieron contra las ventanas con banderas o pañuelos blancos, o desnudaron, como para que sirvieran de escudo si la retoma se llevaba a cabo, como finalmente pasó.
B.P.: ¿Por qué las autoridades les mintieron?
A.S.:
Porque comenzaron por decirnos que eran 300 los secuestrados. Después nosotros hicimos un censo con las familias y comprobamos que la cifra era superior más de tres veces. Nos mintieron al decir que los terroristas no tenían exigencias y se comprobó que se grabó un video de los rebeldes donde pedían detener la violenta ofensiva rusa en Chechenia. Ellos entregaron el video a una persona que entró y salió de la escuela y de la que nadie en la ciudad sabía nada. Era un desconocido. Al enterarse de esto, los terroristas les dijeron a los rehenes que como no hubo respuesta del Estado, éste no se preocupaba por ellos “y nadie se salvaría”.
B.P.: ¿Pero hubo negociaciones o no?
A.S.:
Esa fue otra de las mentiras. Las autoridades aseguraron que las negociaciones serían largas y difíciles. Nunca las hicieron. Hubo unos contactos iniciales que fueron muy tensionantes, pero no diálogo.
B.P.: ¿Por qué dicen que no todo se aclaró?
A.S.:
En los meses y años que siguieron a la toma hubo más interrogantes. Por ejemplo, al parecer las fuerzas rusas utilizaron un arma reactiva, que crea una especie de vacío, y esto causó la explosión del arsenal que los rebeldes mantenían en el gimnasio. La evidencia radica en que la mayoría de las víctimas fallecieron incineradas. También ese tipo de arma se usa una sola vez y el casquete de la misma, fue encontrado por varios de nuestros jóvenes. Nunca se entregó para una investigación.
B.P.: Usted mencionó que hubo una tercera fuerza que pudo participar en la toma, pero que se mantuvo en la penumbra…
A.S.:
Es muy extraño que los terroristas atravesaran Beslán a bordo de camiones militares que no son muy frecuentes en nuestra ciudad y llegaran hasta la escuela que queda en el centro, sin que las autoridades no se percataran. Además, mientras la toma y el sitio duraron, nunca se acordonó el sitio. Todo parece adrede para que se desencadenara el caos y la muerte.
B.P.: ¿Cómo avanzó la vida luego de esta tragedia?
A.S.:
Las heridas nunca cerraron del todo. Muchos padres de los niños muertos se demoraron años en salir de sus casas para visitar a las víctimas. Nunca se olvidó. A Beslán, desde ese entonces, la llaman “Ciudad de Ángeles” por los niños muertos, que fueron condenados al sacrificio y al tormento.
B.P.: ¿Qué lección dejó todo esto?
A.S.:
Que solo confiamos en nosotros mismos. El Estado no nos protegió, no nos defendió. Además, este tipo de tragedias se volvieron a presentar, como el 3 de febrero de 2014, cuando un joven estudiante, al que consideraban loco o vengativo contra su maestro, abrió fuego contra sus compañeros en la escuela 263 de Moscú. El resultado fueron dos muertos, un herido y 29 rehenes.
En 2017 el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos condenó al estado Ruso, por no haber hecho lo suficiente para impedir la masacre y la excesiva fuerza letal aplicada por los agentes especiales en la retoma. El gobierno debía pagar 2,95 millones de euros a los familiares de las víctimas, por cuanto falló en la prevención del ataque. Todo el mundo sabía que se iba a presentar un ataque contra algún colegio en la región y no se tomó medida alguna de seguridad.