Por: Buque de Papel. Fotos e info: BBC, CNN, redes y portal oficial Rolling Stones
El día llegó, sin más esperas, largas o esquivos al golpe de la parca: el momento en que se anunciara la muerte de uno de los integrantes de los Rolling Stones.
Parecían incombustibles e inmortales, como si tuviesen el mentado pacto con el “patas” y que los hizo encumbrarse con el mito de Sus Majestades Satánicas.
Pasaban las décadas y siempre anunciaban una nueva gira mundial. Esta vez iniciarían con 13 conciertos en Estados Unidos ahora en septiembre y el mensaje del propio Watts presagiaba que no sería lo mismo: se disculpaba porque se sometería a un procedimiento médico y por eso no rodaría una vez más en la carretera. Jagger contestó al toque y le pidió que se recuperara para volver. La muerte dijo que no.
A los 80 años, Charlie Watts, el baterista de la formación, el abuelo, el amigo entrañable, el tipo serio como una lápida, elegante y tan raro en medio de la locura de sus compañeros de banda partía de este mundo.
Entró a la banda en 1963 y nunca más los dejaría. Brindó sus aportes y exploraciones jazzísticas para construir los éxitos más grandiosos de la banda y que son, como ahora él lo es, inmortales.
Fanático del “bebop”, uno de los tres ejes del jazz y que nació luego de la Segunda Guerra Mundial, Charlie bebió siempre de sus aguas para meter ritmos energéticos, rebeldes, quebradores de paradigmas y que hacen de la improvisación, la sangre de esta música.
Amó a Kenny Clarke, Max Roach, Roy Haynes y Art Blakey. Y cómo no, al mítico “Bird”, al pájaro del saxofón y gran incomprendido Charlie Parker, de quien escribió un libro y dos álbumes con su grupo Charlie Watts Quintet: “A tribute to Charlie Parker with Strings” y otro más llamado “From One Charlie”.
El swing de Charlie con la batería le dio a las canciones de los Stones el “tempo”, la soberbia de retrasar o adelantar el ritmo y abriendo el espacio para que la boca más famosa del rock, la de Jagger, se abriera de par en par con el fin de poder expresar su sensualidad y tonos rasgados.
Se destacaron además los ritmos en temas como Honky Tonk Women, Brown Sugar y en Gimme Shelter demostró su verdadera maestría en cómo marcar el tiempo y la musicalidad.
Y esa mezcla de jazz en el rock, de música ecléctica es lo que catapultó a los Stones; claro, con el aporte de los otros tres mechudos,
Keith y Ronnie con sus guitarras asesinas y por supuesto, el
“front y show man” de
Jagger, como poseído por un rayo durante más de dos horas en cada concierto y por más de cinco décadas.
Un hecho que siempre fue considerado como mito o invención para acrecentar la fama de los Stones fue la de una noche en que Charlie le metió su derechazo en la boca a Mick Jagger por jodón.
Pero, en varios escritos y entrevistas lo confirmaron; al menos Keith Richards en sus memorias de 2010.
Ocurrió en un hotel de Amsterdam, en 1984. Jagger llegó tomado y montador y lo llamó a la habitación desde la recepción. “¿Dónde está mi baterista?".
Charlie se levantó de la cama, se afeitó, bañó y se puso traje. A los 20 minutos bajó a la recepción, perfumado e inmaculado con un traje del sastre de Savile Row, de Londres.
Lo levantó de las solapas y le metió el puñetazo: “¡Nunca me vuelvas a llamar tu baterista, tú eres mi cantante!".
“Mick se cayó sobre una bandeja plateada de salmón ahumado que estaba en una mesa y empezó a deslizarse hacia una ventana abierta, debajo de la cual pasaba un canal", aseguró Richards.
Una determinación de hierro que demostró aquello del temperamento de los tranquilos: no hay que molestarlos, porque cuando se les salta la piedra, mejor buscar refugio.
Watts tuvo esa misma determinación cuando decidió un día dejar las drogas en las que cayó en los 80. Un buen día dijo “no más”, luego que se quebrara un tobillo cuando buscaba otra botella de vino en su cava.
"Resultó que me habían contratado para dar un espectáculo de jazz en (el club) Ronnie Scott's seis semanas después, y eso me hizo darme cuenta de lo hondo que había caído", le contó al diario The Guardian en 2000.
"Lo dejé todo, beber, fumar, tomar drogas, todo, de una sola vez. Simplemente pensé, 'ya basta'".
BBC y otros expertos mencionan cinco canciones donde el ritmo marcado por
Watts
contribuyó con un número similar de grandes éxitos para los Stones. Pero a estas sumamos dos:
“Can´t you hear me knocking?” (¿Puedes escucharme golpear?), donde se ve la raíz del jazz de
Watts.
Y la segunda es
“Always Suffering”, del álbum de 1997
Bridges of Babylon, donde
Charlie hizo coros, algo casi nunca visto.
Las otras cinco son:
Este fue el quinto sencillo dela banda en llegar al número uno. Dice la
BBC, que
“abrió la canción con una secuencia de ritmos sólidos y adornos que básicamente repite durante tres largos minutos sin desfallecer. Es una proeza de resistencia que mantiene a la canción en un movimiento perpetuo y electrizante”.
Esta es una de sus pistas más bailables, porque como él mismo lo reconociera en una entrevista a la revista
Modern Drummer, de 1981,
“el jazz y el rock and roll fueron hechos para bailar”.
Es uno de los temas himno de los
Stones. Oscuros, como los más recordados, y cuya letra es la historia de un hombre que súbitamente pierde a su mujer (luego se usó para series de TV de le guerra de
Vietnam). Mezcla instrumentos como la cítara y el órgano
Hammond, por parte del también fallecido
Bill Wyman. Charlie aporte su ritmo profundo 4 por 4, que redondea musicalmente a canción.
“Originalmente fue escrita como una balada popular al estilo de Bob Dylan y pasó por seis transformaciones de ritmo mientras los Rolling Stones buscaban el mejor marco para la canción”, afirmó la BBC.
Charlie recordó que intentaron tocarla de una manera diferente y no daban en el clavo. Al final lo hicieron con una percusión en congas que tocó
Rocky Dijon, y con ritmo del candomblé, ritmo afrobrasileño y que también es eje del tango. El resto fue historia con la voz hipnótica de
Jagger y las guitarras acorde.
Afirma la BBC que, “Colapso nervioso número 19, gracias a las injuriosas letras de Mick Jagger y el hipnótico riff del bajo de Brian Jones, inspirado en Bo Diddley, fue el éxito de 1966.
Watts logró una percusión esquizofrénica, con platillos agitados y profundos toques de tam tam africano.
El ritmo está marcado de una manera rara, tensa y descontenta que refleja el estado mental de la protagonista de la canción, una niña consentida, cuya riqueza material no la satisface (ni a
Jagger)”.