Por: Carlos Fernando Álvarez Camargo, Buque de Papel, Buenos Aires
De Borges se sigue escribiendo, hablando y opinando. Han pasado 21 años (en 2007) desde su muerte, pero se sigue descubriendo, y no por las estrategias publicitarias de su viuda y albacea María Kodama, su ex secretaria y la poseedora de sus secretos íntimos (algún amigo me dijo con sorna, que hasta se parece al escritor, como les dicen a las parejas de grandes o de viejos que han convivido tanto y tantas cosas).
Es más, con ese mechón blanco tiene el aire de Titania, uno de los personajes centrales de la tira gráfica de superhéroes y llevada al cine “Los Hombres X”, y que al igual que la Kodama, está condenada a vivir sola, porque si toca a alguien con sus manos o lo besa, lo paraliza hasta morir. No. A Borges no sólo se le respeta y admira, hasta con miedo, porque no se entiende, sino porque su obra es un camino lleno de secretos aún insondables, que quienes se aventuran a navegar por sus oscuras aguas, algo nuevo le “pillan” con cada relectura.
Señoras y Señores. Sin más preámbulos, decidimos meternos en esas aguas e intentar navegar con una aproximación básica a un escritor del que se dice jamás le dieron el Nobel literario, no porque no lo mereciera, sino porque nunca explicó su enredo o connivencia, o apoyo tácito, con una de las dictaduras más sangrientas del siglo 20 en país alguno, la de Videla y compañía de sicarios, que contribuyó a desbaratar a este país.
Amado u odiado, porque también habló mal del fútbol y lo fustigó hasta dónde pudo, en un país que respira balompié; pero de su frase, retomada hasta en flojos chistes de salón, pocos se acuerdan: “el fútbol es ver a 22 salvajes, vestidos en paños menores o con pantalones cortos corriendo detrás de una pelota”. Y decir eso aquí, es entrar en honduras. Aún así, dicen algunos pibes universitarios de la UBA con los que nos juntamos para jugar a la pelota, “ya se murió, pero el fútbol seguirá, llevándolo consigo, a pesar de su crítica”.
Entonces, como hay tanto de Borges, con una fundación llamada con su apellido, que custodia su valiosísima colección de libros, cartas y testimonios, en una casona del barrio bonaerense de San Nicolás, decidimos centrarnos en otro ícono que lleva su nombre; el Centro Cultural Borges.
Este coloso, de casi una manzana de grande y cinco pisos de altura, convive con otra figura arquitectónica tradicional de la ciudad: las Galerías Pacífico, construidas en 1894. Aquí, el centro se especializa en cultura plástica, exposiciones, curaduría y presentaciones musicales, teatro, tango y danza, aspectos ineludibles para una urbe que se precia de manejar una oferta cultural amplia.
Y para hablar de Borges, conversamos un rato con su director, Roger Haloua para quién la figura del escritor que perdió la vista hacia el final de sus días, es inexplicable con palabras profanas, y más bien hay que intentar recrearlo y redescubrirlo en y con sus escritos. No obstante, intentó para Buque de Papel definir a alguien indefinible:
¿Qué representa Borges para la literatura?
Es una pregunta muy difícil de contestar, sobre todo porque mi especialidad es la plástica. No obstante, cuando se hizo este centro y se lanzó en 1995, se seleccionó el nombre de Borges, porque es la única figura en el país que es absolutamente indiscutible, y que ningún sector puede objetar, debido al nivel de excelencia de su obra, internacionalmente.
Ustedes, los colombianos, que tienen un gran escritor, como García Márquez, saben qué es eso de alguien inobjetable en las letras. Lamentablemente ya perdimos a Borges con su presencia física, pero constituye todo un ejemplo.
¿Cómo lo toman los jóvenes que intentan navegar sobre sus aguas?
Es un punto de partida para sus elaboraciones, estudios y para sus propias nuevas producciones literarias. Eso para quienes escriben. Y para quienes no lo han leído, ésta es una buena oportunidad para invitarlos a que se acerquen a un genio indiscutible.
Y aquí estamos. Intentando enredarnos en una madeja, como los difíciles cabellos de Medusa, o con algo inexplicable como el reflejo de los espejos de su libro El Hacedor, o elaborar, y guardadas las proporciones, algo parecido al hito periodístico cultural como fue la revista Sur. Todo de Borges.
Pero, como aún no pretendemos tanto, es que decimos que la Buenos Aires de hoy se debate en sus coyunturas, una ciudad atada a un pasado nostálgico y contradictorio como el del fonógrafo mencionado por Borges en un poema suyo de 1927, llamado “Arrabal en que pesa el campo”, donde dice: “En Villa Ortúzar, hay ponientes que nadie mira, y fonógrafos que les rezan dolor guarango y callejones que son más largos que el tiempo”. Pero, también, es una ciudad con una modernidad que pesa, que atropella, que no quiere mirar atrás, ni quedarse en recuerdos. La ciudad tiene eso de borgiano y que se ve raro, tanto, como escuchar alguna vez un fonógrafo pero que funcione con rayo láser.
El Centro Cultural Borges
Es un emprendimiento cultural creado por la Fundación para las Artes, una entidad civil sin ánimo de lucro, con propósitos de bien público. Fue creado en octubre de 1995 ocupando un espacio de más de 10 mil metros cuadrados, dentro de las Galerías Pacífico, prestigioso edificio del siglo 19, declarado patrimonio histórico.
El Centro Cultural Borges pretende promover, fomentar y estimular toda expresión de cultura y política educativa de elevada proyección, y difundir con amplitud, tanto en el país, como en el exterior, nuestro patrimonio histórico, cultural y artístico.
En el Centro Cultural Borges el público podrá disfrutar de una amplia variedad de actividades entre ellas: artes visuales. Espectáculos, cines, seminarios, conferencias, programas educativos, talleres y eventos.
Dentro del centro funcionan una serie de instituciones, como la Escuela de danza Julio Bocca; La Orquesta Cámara de Mayo; la Fundación Ortega y Gasset, Argentina; La Escuela Argentina de Tango; y educación, como con la Universidad de tecnología Tres de Febrero.